“La reducirán a polvo: de sus históricas casas
no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo
abriráse vomitando llamas; y lanzados al aire los cimientos, caerán las
tejas al fondo de los pozos; pero entre los escombros y entre los
muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se
rinde.”